El alma es de cristal, castillo luminoso, perla oriental...
Cerrar los ojos y mirarse interiormente, saber y sentir que no estamos huecos por dentro, fue un ejercicio cotidiano en Teresa de Jesús. Al repetirlo una y otra vez, se entendía más a sí misma, se abría a la gracia, a la luz; sencillamente, descubría que había buscado a Dios en muchas partes y que lo vino a encontrar, como San Agustín dentro de sí. Teresa de Jesús ya en el atardecer de su vida, al sintetizar su experiencia de Dios, escribió el precioso libro de Las Moradas. Ahí describe magistralmente este proceso de interioridad: "Consideremos nuestra alma como un castillo todo de un diamante y muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos... y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma" MI 1.3.
La interioridad teresiana, es imposible sin la relación con Dios, se da "en el hondón del alma". Sta. Teresa afirma que vivir conscientes de lo que somos y podemos es una gracia: "es gran cosa el propio conocimiento", "que esto del propio conocimiento es el pan con el que todos los manjares se han de comer" Y valdría la pena subrayar: todos. Pero ella es muy consciente también de las terribles mañas que el demonio nos pone para que no nos conozcamos ni entendamos los caminos de Dios. Sabe "que lo blanco es más blanco junto a lo negro", pero quiere que nuestro ejercicio de interioridad sea anchuroso, lleno de paz, "no conviene hacer el propio conocimiento ratero y cobarde".
fuente: Equipo de pastoral, prov. de Santa Teresa España
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