“Santa Teresa, obligada por obediencia a escribir, adopta como garantía de humildad el estilo descuidado. Y de este total renunciamiento a la oscuridad nos explica cómo, aunque había sido la Santa apasionada lectora de los libros de caballería, que eran entonces el manual del habla discreta, no tomó de ellos el menor rasgo estilístico, por más que alguna vez recuerda sus castillos y sus gigantes. De igual modo, aunque Teresa fue en toda su vida voraz lectora de los doctos libros religiosos, no sigue el estilo de ninguno de ellos, no aspira a igualarse con los autores “que tienen letras”. Así, en Santa Teresa el escribir como se habla llega a la más completa realización… Pero la austera espontaneidad de la Santa es una espontaneidad hondamente artística; aunque quiere evitar toda gala en el escribir, es una brillante escritora de imágenes. Las expresiones figuradas acuden abundantes; algunas revisten una riqueza de variantes extraordinaria, acaso a veces inspirada en tratadistas anteriores, pero siempre matizadas y adaptadas al propósito especial que la Santa expone…”
(Ramón Menéndez Pidal)