Primera “conversión”.
En el Monasterio de las Agustinas de Nuestra Señora de Gracia, en aquel convento, el afecto y buen trato de las monjas encienden otro amor y otro deseo más espiritual, y el antiguo afecto carnal se apaga pronto. Teresa experimenta así, paulatinamente, bajo el efecto de la educación religiosa, una primera conversión, una vuelta a “el bien de mi primera edad”. “Comenzó a desterrar las malas costumbres, ...a sentir deseos de las cosas eternas, a hacer muchas oraciones mentales”. (Llamas Martínez).
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