
Pintura de óvalo en la pechina del oratorio del Niño de Praga. El objeto que permanece como signo principal, es un libro en sus manos que refiere a su papel de escritora de los caminos de la espiritualidad, de la perfección, -diría ella-. Su talento para escribir enfatiza en los tres íconos con una pluma de ave. Sólo en uno de los retratos, en el de busto, es mostrada por el pintor, como una bella mujer con mirada meditativa de ojos café claros, que contempla pensativa el símbolo de Cristo crucificado.
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